Piotr Archinov
En el órgano anarquista de Ginebra Le Reveil, como suplemento, el camarada Errico Malatesta ha publicado una artículo crítico sobre el proyecto de la Plataforma Organizativa editado por el grupo de anarquistas rusos en el exilio.
Este artículo nos ha producido perplejidad y pesar. Esperábamos, y aún esperamos, que la idea del anarquismo organizado encontraría una obstinada resistencia por parte de los partisanos del caos, tan numerosos entre las filas anarquistas, porque tal idea obliga a que todos los anarquistas que participan en el movimiento sean responsables y a que adopten nociones de deber y constancia. Hasta ahora, el principio favorito en que la mayoría de los anarquistas habían sido educados puede ser explicado por el siguiente axioma: “Hago lo que quiero y no doy cuenta de nada”. Es muy natural que los anarquistas de esta especie, impregnados de tales principios, sean enérgicamente hostiles a toda idea de anarquismo organizado y de responsabilidad colectiva.
El camarada Malatesta es ajeno a estos principios, y es por esta razón que su texto provocó esta reacción en nosotros. Perplejidad, porque él es un veterano del anarquismo internacional, y no ha asido el espíritu de la Plataforma, su carácter vital y su asunto, que se derivan de los requerimientos de nuestra época revolucionaria. Pesar, pues en permanecer fiel al dogma inherente al culto de la individualidad, él se ha opuesto (esperemos que sólo sea temporalmente) a la tarea que aparece como etapa indispensable en la extensión y desarrollo externo del movimiento anarquista.
En el comienzo de su artículo, Malatesta dice compartir una serie de tésis de la Plataforma e incluso las refuerza con algunas ideas que expone. Concuerda en notar que los anarquistas no han tenido y no tienen influencia en los eventos políticos y sociales, a causa de la falta de una organización activa y seria.
Los principios tomados por el camarada Malatesta se corresponden con las principales proposiciones de la Plataforma. Uno podría esperar que hubiera examinado, comprendido y aceptado igualmente una serie de otros principios desarrollados en nuestro proyecto, porque existe un nexo de coherencia y de lógica entre todas las tésis de la Plataforma. Sin embargo, Malatesta va a explicar de manera enérgica su diferencia de opinión con la Plataforma. Se pregunta si es que acaso la Unión General de Anarquistas proyectada en la Plataforma puede resolver el problema de la educación de las masas obreras. Responde negativamente. Da como razón el carácter pretendidamente autoritario de la Unión, la cual, según él, desarrollaría la idea de la sumisión a directores y líderes.
¿Sobre qué bases puede reposar tan seria acusación? Es en la idea de la responsabilidad colectiva, recomendada por la Plataforma, que él ve la principal razón para formular tal acusación. No puede admitir el principio de que toda la Unión se haga responsable de cada miembro, y que a la inversa, cada miembro sea responsable de la línea política de toda la Unión. Esto significa que Malatesta no acepta precisamente el principio de organización que se nos aparece como el más esencial, a fin de que el movimiento anarquista se siga desarrollando.
En ninguna parte el movimiento anarquista, hasta ahora, ha alcanzado el estadio de movimiento popular organizado como tal. En lo más mínimo la causa de esto reside en condiciones objetivas, como que las masas obreras no entiendan el anarquismo y no se interesen en éste sino en períodos revolucionarios; no, la causa de la debilidad del movimiento anarquista reside esencialmente en los propios anarquistas. Ni siquiera una sola vez han intentado realizar de manera organizada tanto la propaganda de sus ideas como la actividad práctica al interior de las masas obreras.
Si tal cosa resulta extraña para el camarada Malatesta, afirmamos con fuerza que la actividad de los anarquistas más activos -entre los que se incluye él mismo- asume por necesidad un carácter individualista; incluso si esta actividad se distingue por un alto nivel de responsabilidad personal, concierne solamente a un individuo y no a una organización. En el pasado, cuando nuestro movimiento estaba naciendo nacional e internacionalmente, no podía ser de otro modo; debían asentarse las bases del movimiento anarquista de masas; debía apelarse a las masas obreras e invitarlas a comprometerse en la lucha anarquista. Esto era necesario, aunque fuera sólo el trabajo de individuos aislados con medios limitados. Estos militantes anarquistas cumplieron su misión; atrajeron a los obreros más activos a las ideas anarquistas. Sin embargo, esto no era más que la mitad del trabajo. Al momento en que el número de elementos anarquistas provenientes de las masas obreras se incrementaba considerablemente, era imposible restringirse a una práctica y a una propaganda aislada, sea individualmente o en grupos dispersos. Seguir con esto sería como dar vueltas sobre lo mismo. Debemos ir más allá para no quedar rezagados. La decadencia general del movimiento anarquista se explica exactamente de la siguiente manera: hemos cumplido con el primer paso sin ir más allá.
Este segundo paso consistía, y aún consiste, en agrupar a los elementos anarquistas provenientes de las masas obreras, en una colectividad activa capaz de liderar la lucha organizada de los trabajadores con el fin de concretar las ideas anarquistas.
La cuestión de los anarquistas de todos los países es la que sigue: ¿puede nuestro movimiento contentarse con subsistir en base a formas viejas de organización, a grupos locales sin ligazón orgánica entre sí, y cada cual actuando por cuenta propia acorde a su particular ideología y práctica? o sólo imaginando ¿tiene nuestro movimiento recursos para nuevas formas de organización que le ayuden a desarrollarse y a arraigarse entre la amplia masa de trabajadores?
La experiencia de los últimos 20 años, y más particularmente, de las dos revoluciones rusas -1905 y 1917/19- nos sugiere una respuesta a estas cuestiones mejor que todas las “consideraciones teóricas”.
Durante la Revolución Rusa, las masas obreras fueron ganadas para las ideas anarquistas; pese a esto, el anarquismo como movimiento organizado sufrió un completo revés; en el comienzo de la revolución nos encontrábamos en las posiciones más de avanzada en la lucha, pero luego, en los inicios de la fase constructiva nos encontramos irremediablemente aparte de dicha construcción, y consecuentemente aparte de las masas. Esto no fue pura casualidad: esta actitud inevitablemente fluía de nuestra propia impotencia, tanto de un punto de vista organizativo como de nuestra confusión ideológica.
Este revés fue causado por el hecho que, durante la revolución, los anarquistas no supieron implementar su programa social y político y sólo se aproximaron a las masas con propaganda fragmentaria y contradictoria; no teníamos una organización estable. Nuestro movimiento se representaba por organizaciones eventuales, aparecidas por aquí, aparecidas por allá, que no buscaban con firmeza lo que querían, y que frecuentemente desaparecían luego de un corto tiempo sin dejar huella. Resultaba desesperantemente ingenuo y estúpido el suponer que los trabajadores apoyarían y participarían en tales “organizaciones” en el momento de la lucha social y de la construcción comunista.
Estábamos habituados a atribuír el fracaso del movimiento anarquista en Rusia entre 1917-1919, a la represión estatal del Partido Bolchevique; esto es un gran error. La represión bolchevique impidió la extensión del movimiento anarquista durante la revolución, pero no fue el único obstáculo. Es más bien la impotencia interna del mismo movimiento una de las principales causas de su derrota, una impotencia procedente de la vaguedad e indecisión que caracterizaba a las diferentes afirmaciones políticas en lo concerniente a organización y táctica.
El anarquismo no tenía una opinión firme y concreta sobre los problemas esenciales de la revolución social; una opinión indispensable para satisfacer la búsqueda de las masas que estaban creando la revolución. Los anarquistas ensalsaban el principio comunista: “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, pero nunca se preocuparon de llevar este principio a la realidad, si bien se permitió que ciertos elementos sospechosos transformaran este gran principio en una caricatura del anarquismo -sólo hay que recordar cuántos usureros se beneficiaron acaparando para sí los bienes de la colectividad. Los anarquistas hablaron bastante de la actividad revolucionaria de los obreros, pero no pudieron ayudarles, siquiera indicándoles las formas aproximadas que esta actividad adoptaría; no sabían como sortear las relaciones recíprocas entre las masas y su centro de inspiración ideológica. Llevaron a los trabajadores a sacudirse el yugo de la Autoridad, pero no les indicaron los medios para consolidar y defender las conquistas de la Revolución. Carecían de conceptos claros y precisos, de un programa de acción entre muchos otros problemas. Fue esto lo que los distanció de la actividad de las masas y los condenó a la impotencia social e histórica. Es en esto donde debemos buscar las causas primordiales de su derrota en la Revolución Rusa.
Y no nos cabe duda de que, si la revolución estallara en muchos otros países europeos, los anarquistas sufrirían la misma derrota porque no están menos -si es que no más- divididos en el plano de las ideas y de la organización.
La época presente, en que por millones los trabajadores están comprometidos en el campo de batalla de la lucha social, demanda de respuestas precisas y directas por parte de los anarquistas en lo concerniente a la lucha y a la construcción comunista que le debe seguir; demanda igualmente de la responsabilidad colectiva de los anarquistas en virtud de estas respuestas y de la propaganda anarquista en general. Si no asumieran esta responsabilidad, los anarquistas al igual que cualquier otro en el mismo caso, no tendrían el derecho de hacer propaganda de manera inconsecuente al interior de las masas obreras, que han luchado a costa de grandes sacrificios y han tenido innumerables víctimas.
En este contexto, no se trata de un juego ni de un objeto para experimentar. Es por esto que, de no tener una Unión General de Anarquistas, no podremos proveer de respuestas comunes sobre todas estas cuestiones vitales.
En el comienzo de su artículo, el camarada Malatesta pareciera saludar la idea de la creación de una vasta organización anarquista. Sin embargo, al repudiar categóricamente la idea de la responsabilida colectiva, se hace imposible la realización de tal organización. Porque tampoco será posible si no existen acuerdos teóricos y organizativos que constituyan una plataforma común en donde agrupar a numerosos militantes. En la medida en que acepten esta plataforma, debe ser obligatoria para todos. Aquellos que no reconozcan sus principios básicos, no podrán ni les interesará ser miembros de la organización.
De esta manera, esta organización será la unión de aquellos con una concepción común de la línea teórica, táctica y política para ser llevada a cabo.
Consecuentemente, la actividad práctica de cada miembro de la organización estará naturalmente en plena armonía con la actividad general, y a la inversa, la actividad de toda la organización no podrá estar en contradicción con la conciencia y con la actividad de cada miembro, si es que aceptan el programa sobre el que se funda la organización.
Es esto lo que caracteriza a la responsabilidad colectiva: toda la Unión es responsable por la actividad de cada miembro, a sabiendas de que cumplirán su labor política y revolucionaria en el espíritu político de la Unión. Al mismo tiempo, cada miembro es plenamente responsable por toda la Unión, viendo que su actividad no sea contraria de aquella realizada por todos sus miembros. Esto no significa en lo más mínimo autoritarismo, como erróneamente afirma el camarada Malatesta, sino que es expresión de la comprensión conciente y responsable del trabajo militante.
Resulta obvio que en llamar a los anarquistas a organizarse en base a un programa definido, no estamos quitando el derecho en cuanto tal de los anarquistas de otras tendencias a organizarse como les parezca conveniente. De cualquier modo, estamos persuadidos que desde el momento en que los anarquistas creen una importante organización, se revelará la vacuidad y la vanidad de las organizaciones tradicionales.
El principio de la responsabilidad es entendido por el camrada Malatesta en el sentido de una responsabilidad moral de los indivivduos y de los grupos. Es por esto que él sólo da a los congresos y sus resoluciones el rol de una suerte de conversación entre amigos, que en suma no pronuncia más que deseos platónicos.
Esta forma tradicional de entender el rol de los congresos no resiste la prueba de la realidad. En efecto, ¿cuál es el valor de un congreso en el cual sólo se expresan “opiniones” sin encargarse de llevarlas a la práctica? Ninguno. En un movimiento vasto, una responsabilidad puramente moral y no orgánica pierde todo su valor.
Abordemos ahora la cuestión relativa a mayorías y minorías. Pensamos que toda discusión en torno a este tema resulta superflua. En la práctica, esto se ha resuelto ya hace largo tiempo. Siempre y en todo momento, los problemas prácticos entre nosotros se han resuelto con una mayoría de votos. Esto es completamente comprensible, porque no hay otra manera de resolver estos problemas en el seno de una organización que pretende actuar.
En todas las objeciones elevadas hasta ahora en contra de la Plataforma, existe una falta de comprensión de las tésis más importantes que contiene; una falta de comprensión de nuestra aproximación al problema organizativo y al método para su resolución. En efecto, la comprensión de esto es extremadamente importante y posee una significación decisiva para una apreciación correcta de la Plataforma y de toda la actividad organizativa del grupo Dielo Trouda.
La única forma de alejarnos del caos y de revivir al movimiento anarquista, es una clarificación teórica y organizativa entre nuestras filas, que conlleve a la diferenciación y selección de un núcleo activo de militantes, sobre la base de un programa homogéneo teórica y prácticamente. Es en esto en lo que reside uno de los principales objetivos de nuestro texto.
¿Qué es lo que representa nuestra clarificación y a qué nos debe llevar? La ausencia de un programa general homogéneo ha sido siempre una notable falla del movimiento anarquista, y ha contribuído muy frecuentemente a hacerlo bastante vulnerable, a que su propaganda no haya sido siempre coherente y consistente en relación a las ideas profesadas y a los principios prácticos defendidos. Muy por el contrario, ocurre frecuentemente que lo que es propagado por un grupo es, en otro lado, denigrado por otros grupo. Y esto no sólo sobre las aplicaciones tácticas, sino también sobre tésis fundamentales.
Cierta gente defiende tal estado de cosas diciendo que de esta forma se da cuenta de la variedad de ideas anarquistas. Bueno, admitámoslo, pero ¿qué interés puede representar esta variedad a los trabajadores?
Hoy, ellos luchan y sufren, y ahora e inmediatamente necesitan una concepción precisa de la revolución, que los pueda llevar hacia su emancipación; no necesitan de una concepción abstracta, sino que necesitan de una concepción viva, real, elaborada y que dé respuesta a sus demandas. Mientras, los anarquistas proponían frecuentemente, en la práctica, numerosas ideas, sistemas y programas contradictorios, en los cuales lo más importante era rayano en la insignificancia, o con mucho, contradecía a otro. En tales condiciones, es fácilmente entendible que el anarquismo no pueda ni ahora ni en el futuro, impregnar a las masas y ser una misma cosa con ellas, así como inspirar su movimiento emancipatorio.
Porque las masas sienten la futilidad de las nociones contradictorias y las evitan instintivamente; y pese a esto, en un período revolucionario, actúan y viven de una manera libertaria.
Para concluír, el camarada Malatesta piensa que el éxito de los Bolcheviques en su país, no permite pasar una buena noche a los anarquistas rusos que editaron la Plataforma. El error de Malatesta es no tomar en cuenta las circunstancias extremadamente importantes de las cuales la Plataforma Organizativa es producto, no sólo por la Revolución Rusa, sino también por el movimiento anarquista en esta revolución. Ahora, es imposible no tomar en consideración esta circunstancia para así resolver el problema de la organización anarquista, de su forma y de su base teórica. Es indispensable mirar el lugar ocupado por el anarquismo en el gran levantamiento social de 1917. ¿Cuál fue la actitud de las masas insurgentes con respecto al anarquismo y a los anarquistas? ¿Qué apreciaron en ellos? ¿Por qué, pese a esto, el anarquismo sufrió un revés durante esta revolución? ¿Qué lecciones debemos extraer? Todas estas preguntas, y aún más, deben aparecer inevitablemente a quienes abordan las cuestiones planteadas por la Plataforma. El camarada Malatesta no ha hecho esto. Él ha tomado el problema actual de la organización en la abstracción dogmática. Esto es bastante incomprensible para nosotros, que habíamos acostumbrado ver en él, no a un ideólogo, sino que a un práctico del anarquismo real y activo. Él se contenta con examinar en qué medida tal o cual tésis de la Plataforma está o no en acuerdo con los puntos de vista tradicionales en el anarquismo, y luego los refuta, al encontrarlos opuestos a las viejas concepciones. Él no puede pensar que pueda ser lo opuesto, que sean precisamente aquellas las que estén erradas, y que por ello se haya necesitado de la aparición de la Plataforma. Es de este modo, como pueden ser explicadas toda la serie de errores y contradicciones planteadas arriba.
Déjenos hacer notar en él una grave negligencia; no trata en absoluto con la base teórica, ni con la sección constructiva de la Plataforma, sino únicamente con el proyecto de organización. Nuestro texto no solamente ha refutado la idea de la Síntesis, así como las del anarcosindicalismo como inaplicables y en bancarrota, también ha avanzado el proyecto de agrupar a los militantes activos del anarquismo sobre la base de un programa más o menos homogéneo. El camarada Malatesta debió haber tratado con precisión sobre este método; sin embargo, lo ha pasado por alto en silencio, así como a la sección constructiva, pese a que sus conclusiones aparentemente se aplicarían a toda la Plataforma. Esto da a su artículo un carácter contradictorio e inestable.
El comunismo libertario no puede permanecer en los obstáculos del pasado, debe ir más allá, combatiendo y superando sus defectos. El aspecto original de la Plataforma y del grupo Dielo Trouda, consiste precisamente en ser extraños a dogmas anacrónicos, a ideas prefabricadas, y que, por el contrario, se esfuerzan en llevar adelante su actividad partiendo de los hechos reales y presentes. Esta aproximación, constituye el primer intento de fusionar al anarquismo con la vida real y de crear una actividad anarquista sobre esta base. Es sólo así que el comunismo libertario puede liberarse de un dogma obsoleto y promover al movimiento vivo de las masas.
Dielo Trouda nº30, Mayo 1928, pp.4-11.